mayo 22, 2009

Una anécdota de antes de conocernos (Año nuevo 2006)

Anécdota antes de conocernos mi Amo y yo, Año Nuevo al 2006 (escrita el sábado 8 de abril del 2006) El año nuevo empezó de manera particular: a medianoche sola frente a la T.V, fuegos artificiales oídos por un balcón y jugüito light para brindar. ¡ Por mi y por todos mis compañer@s ! tal como la pillería del juego de las escondidas. Sabiendo que mi primera vez sin familia ni abrazos implicaba también mi primer festejo bailable adulto, demás está decir que para las 01 hrs. ya estaba de un ánimo entusiasta. Partí rauda cual potentada en radiotaxi, lo más arreglada que pude y caminando adamada ingresé al MAGENTA para celebrar el nuevo 2006 con ganas. En el pub Magenta nos hemos estado reuniendo desde noviembre 2005, gentes de distintos gustos, sectores, alcurnias, coloridos políticos y regiones. En torno a la temática BDSM charlamos, debatimos, bromeamos, jugamos, roleamos, compartimos compartimos puntos de vista. Desde un principio ha sido un ambiente grato, nos amigamos en el grupo así que varios nos encontramos bajo circunstancias totalmente ajenas al "mundillo" Ahí, pues, decidí vivir mi puntapié inicial para el año entrante. Con los dueños, conversé sobre la salvada del éxamen de mi universidad; en vez de ser tras las fiestas iba a ser en marzo. Me esperaba un largo verano repasando pero contaba con el reciente apoyo extra de tutores. ¡ Uy que nervios ! Era rico pensar que alguien se iba a preocupar de ayudarme a organizar mi disciplina estudiantil; puesto que mi mamita virtual Inez (desde muy lejos) poco podía hacer efectivo para controlar mis salidas de madre. Y no porque no lo intentara, ji ji ji, sino porque dependía de mi valor honesto al contarle y su disponibilidad en el uso de Pc. Explicarle por escrito mis maldades generalmente derivaba en una bronca, frustración, retos por montòn, o castigos, y a veces azotes autoaplicados. Por lo mismo yo evitaba en ciertas ocasiones mencionar mis deslices de conducta hasta encontrar una fecha oportuna... como para minimizar el efecto de las prohibiciones de salir o de usar el computador en determinados temas. Entendí que los tutores se encargarían de atrincarme más de cerca para lograr mis propios objetivos. Siendo él sicólogo y ella parvularia la niña en mí estaba cubierta por ambos flancos. Mi alma se sentía profundamente abrazada, mi cuerpo también estaba expectante sobre el futuro. La gran novedad con ellos iba a ser que las zurras sólo ocurrirían a modo de premio por un buen comportamiento; puesto que era obvio cuanto lo disfrutaba. Mi mamá virtual no estaba muy convencida del sistema, pienso que le molestaba la idea de que yo me negara rotundamente a usar pinzas, por el simple hecho de ser dolorosas. Sin embargo, mi regocijo de haber conseguido finalmente pensar bien y establecer un límite, la alegraba a ella también. LLegaron clientes a pedir tragos, la música sacó a la pista veinte pares de pies, el tamborileo en la barra acompañaba los sorbos etílicos. Soy involuntariamente abstemia, por salud, así que bebía mi jugo de melón o de frutilla al natural sin azúcar entre el parloteo a gritos con mis amigos, que se alternaban desde la caja a la coctelera y a la cocina. Mi tutora llegó engalanada y maquillada, pantalones negros y tacos, un escote breve pero suficiente para sus dos bombitas rebotonas. Le costaba encaramarse a las altas sillas de metal, aunque dignamente ocupaba el espacio con su cartera, su cartuchera de puchos y su mirada, sobretodo la ceja expresiva. Creo que usaba ese cinturón de cadena que tanto me fascina. Amistosamente nos pusimos al día de lo sucedido desde la última vez que nos habíamos reunido. La familia, hijos, sobrina, padres, abuelas, la universidad, el trabajo, las anécdotas del coqueteo, del chateo, y las revoluciones hormonales propias de la temporada primavera - verano. Un gallo nos metió conversa, la sacó a bailar, después movimos los huesos en grupo. También aprovechamos la tenue luz roja para echarle el ojo a las ilustraciones impresas que posiblemente decorarán parte del Magenta cuando adopte su forma de Bar Fetish definitiva. La madrugada transcurría, mi amiga relataba su viaje a España, destacando la importancia sentimental que tenía el estuche de sus cigarros y el encendedor rojo. Cuidaba al detalle la organización de su cartera de modo tal que siempre estuviesen acsequibles. Y , por supuesto, mantenía un ojo puesto en ambas cosas cade vez que viajaba en lo que fuera. Casi recién mencionado el asunto mi picardía encendió luz de alerta: me propuse hacerle pasar un susto. Dicho sea de paso en esos tiempos yo aún no me acostumbraba al humo en mis narices y pulmones... despuès en el lago tuve un tratamiento de choque intensivo je je je. Esperé con paciencia que ella se descuidara un poquito. El nivel de vigilancia iba bajando a medida que el de whisquies iba subiendo. Muerta de risa en mi interior supe que era el momento perfecto cuando se dirigió al baño. Cara de palo, tomé los objetos preciosos y los introduje en el bolsillo de mi chaqueta, colgada en un respaldo del taburete de la barra. Mientras interpretaba la “danza de la inocencia” cerca de la escala, tratando de lograr que mis labios risueños guardaran compostura. Tardó en volver. (y lo demás … es historia antigua …jejeje ¡cuello-cuello! Lero lero lero Jajaja)

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