agosto 07, 2010

Masuto dormía plácidamente 1.1

UN CUENTO HECHO PARA MI AMO, FESTEJANDO EL 8/8
(ni está terminado ni es 100% spanko, pero lo hice con cariño)


Les contaré desde un principio cómo fue que me hice servidora de Masuto, este "ñiño lindo" tan especial, que es simultáneamente un corpulento guerrero estilo oriental, un sabio alquimista, un poderoso mago, un heroico atleta y un caballero consejero de finísima nobleza. Discretamente, sin mayor esfuerzo, alterna sus capacidades y personalidades según las necesidades del día a día. Y mi meta diaria es rearmar su reputación buscando las pistas del honor que le dañé..

Sucedió hacía tres primaveras, en el mercado de Valadrin al que llegué apenas despuntó el alba porque quería tener la oportunidad de ver a las esclavas traídas de Acuadion, antes que los astutos vendedores las compusieran y aleccionaran. Las muchachas eran descargadas semi inconcientes desde alforjas gigantescas en las que las apilaban para viajar a ambos lados de Bifantes de 4 alas, arrugados esperpentos tan grandes como un dragón adulto y el doble de envergadura. Los encargados las ponían sobre fardos cubiertos de lona, las reanimaban con un líquido azulado, dando luego comienzo al proceso de maquillaje y selección de roles. Las chicas debían interpretar algún personaje de modo que esas características indicaran a los compradores el tipo de mercadería que iban adquirir. Para ahorrar palabras de tantas lenguas diferentes, a las hembras irreverentes se les ubicaba en un galpón con palas de cuero, cinchas, atados de ramas y otros elementos atemorizantes cuyo obvio propósito era hacerles entender lo que significaba convertirse en esclavas según sus captores.

En mi mundo de kenders jamás hubo obligaciones impuestas de unos a otros, las reglas estaban hechas para romperlas y sólo excepcionalmente alguna personilla era castigada por sus conductas. Se conocía un caso aparte del mío (aún dudo si mi tío estuvo buscándose paliza de adrede, como yo). Los afuerinos que ocasionalmente se perdían en los terrenos de mi raza, mencionaban varios tipos de esclavitud. Una de ellas incluía cierta dependencia disciplinaria de mutuo acuerdo para fomentar aprendizajes, placeres inmencionables y formas de comunión social que no lograba entender todavía, pero que me motivaron a dejar mi hogar.

Existían eso si, gentes infelices bajo dominio indeseado, en tierras bárbaras que estaban condenados a un infierno en vida. Sta - una elfa que me había brindado apoyo en mis primeras correrías por los bosques - estaba en el lote de las privadas de libertad a la fuerza. Mi intensión era salvarla o al menos acompañarla en cualquiera fuese su destino. Ella fue la primera en tener la paciencia de explicarme las distintas clases de juegos en que los adultos pícaros nos involucramos, las diversiones, las amenazas, las gracias y las desgracias.

Oculta en el galpón tuve la ocasión de ver muy de cerca varias azotainas a jóvenes rebeldes. Aguantaban los golpes hasta rendirse ante la evidencia que era mejor el traje de seda barato y las frases a memorizar, que la desnudez pintada en toscas rayas, con grilletes de hierro y mordaza tras la mascara felina.

Representar una tigresa era signo comercial de que debía ser domada todavía.

Sta y cinco más estaban en esas condiciones. Sus nalgas evidenciaban un trato duro con cuero, suela y madera. Los trazos de pintura negra y dorada les fueron aplicados sin contemplaciones por sus gestos de dolor. Únicamente la fiera elfa se mantuvo estoica, profiriendo amenazas verbales, incluso intentando morder.

_ Que desafiante destello en sus ojos, su movimiento de melena, sus blancos dientes brillando... ¡Exactamente lo que buscaba!

No supe de donde provino la voz, pero la percibí tan cerca que hube de alejarme velozmente de mi escondite; el rescate de Sta se me complicaba.

Si un bruto la deseaba para amansarla antojadizamente, quizás estuviera dispuesto a pagar un buen precio. Pechando vestida de barbudo enano varón en el remate, engañaría a la concurrencia y averiguaría quien iba más cargado de monedas. Después sería cosa de abrir unos simples cerrojos para liberarla de su propietario, ir por las bolsas de los adinerados, comprar una rebelión masiva ...y

Distraída me tropecé con una esfera rosada cuya luz interior llamo mi atención. La agité un buen rato esperando que brillara nuevamente, le hablé, acerqué mi oído y hasta le tomé el sabor. Y tenía la impresión de que cometía una travesura muy grande al tratar de partirla como un huevo. Pero esa misma exaltación era la que me impulsaba a reír jocosamente rebotándola contra la tierra.

Una señora respingó su nariz al toparnos así que opté por hacerme la lesa, y guardar cierta compostura. Sin pensármela mucho metí la bola en mis pantalones. La cosa esa irradió calor, fue difícil de aguantar lo que hacia arder la piel. En los corrales ovejeros pasó de bolsillo en bolsillo hasta llegar a picarme las manos. O quizás coincidía con la cosquilla que me daba la lana oscura con la que cubría mis mejillas femeninas. Igual algo me decía que no era casualidad que justo en el minuto que calculaba los beneficios de portarme mal la temperatura aumentara. Quise poner a prueba su resistencia mordisqueándola, entonces escuché clarito

_ No vuelvas a hacerlo

Sin voltearme pregunte ¿Por qué?

_ Por tu bien

Mientras me giraba, replicaba con una sarta de interrogativas acerca del bien y el mal. Conceptos poco claros con los que solía confundir a la gente corriente.

Iluminado por un rayito de sol que se colaba entre los troncos, estaba él: Masuto. Enorme, imponente, barbudo y a la vez infantil, plácido, relajado. Según yo mi disfraz masculino debía demostrarse con actitudes pendencieras, por lo tanto clavé mi colmillo en la redonda superficie, retándolo.

Se me atravesó una indescriptible emoción inundando mis sentidos.

No sé de que manera explicar lo que se produjo desde ese momento. Apenas reconocer que -luego de una charla verbal intensa empatada con un monologo de su palma en mis nalgas- desembuché mil disculpas, hasta por diabluras del remoto pasado. No obstante seguían doliéndome las posaderas hube de admitir que precisamente necesitaba de él para concretar la mayor salvajada todavía no cometida. Acordamos complicidad ideando una ventajosa participación en la subasta, de modo que el cautiverio de Sta solamente fuese voluntario. Y él comprendía perfectamente esos términos en cuya teoría ella me había iniciado.

Me prometí a mi misma que de lograr nuestros objetivos me sumaría a esta nueva noción de la existencia, ya con mi alma espontáneamente subyugada a él.

Baste decir que obtuvimos a Sta. por las buenas. Honrada y limpiamente.

El contrato de tundas compartidas que tanto habíamos soñado ambas funcionó altiro de maravillas, Masuto nos trató con cariño reciproco sin medrar en absoluto su severidad cuando nos lo merecíamos y/o lo picaneábamos.

La comunicación era honesta, transparente, salvo que el tema de la magia del dragón nos era vedado. Sta se acomodó a no investigar más, pero yo me revolvía el seso bajo las estrellas trazando maniobras imaginarias para deducir la relación encendido y apagado de la bola luminosa que detectaba mis barrabasadas y cómo hacer que se durmiera el dragón que la custodiaba. Me pasaba horas practicando meterle mano a aquello. Cuando Masuto dormía plácidamente, yo lo sabía porque espiaba sus murmullos soñadores (atronadores y cuáticos, cual complejas frases hechizadas), aquellos que suponía mantenían alerta al misterioso dragón oculto en su mochila. Copucha, y mucha, si si si.

Tantas veces tuve ganas de verle en acción como de calmar mi intrépida curiosidad. Disyuntiva y paradoja muy clásica de mi talante de kendercita al servicio de mi dueño, amado, estricto y dulce a la vez.

El riesgo es una sensación por lo general sumamente deliciosa, pero cada vez que intentaba hurgar en su equipaje este "peligro" se tornaba en un ser corpóreo... ¡ayyy! El resultado solía ser una jornada de a pie, gimoteando o refunfuñando en medio de las sonrisas burlescas de mi colega elfa.

Durante semanas recorrimos los vecindarios pintorescos y baños públicos. Nuestro propietario era feliz al obsequiar flores, prendas y manjares a las damas presentes. La Feria de las Féminas fue el gran evento de la temporada. Aprendí que las mil un formas de sacar de quicio a un hombre normal no funcionaban con Masuto, y que sus estrategias para cazarme en pleno acto delictivo indefectiblemente terminaban en castigos. O zurras sobre sus rodillas.

La población le rendía homenaje a su dragón, fanatizados con una leyenda de la que escasamente pude averiguar que se mencionaba a un huevo excepcional.

En el Consejo de Ancianos se hicieron notar las versatilidades del equipo, por lo que se les llamó aparte para encomendarles una misión secreta. Secreta al punto de que se nos mandó de paseo a la zona comercial, con un saquillo repleto de oro para cada una. Acompañar a la entusiasta Sta me impidió atisbar a hurtadillas lo que acontecía con Masuto y los vejetes.

Ese mismo anochecer emprendimos el vuelo en un Bifante, con boletos para 3 pasajeros de alcurnia. A pesar de que se le daba muy bien el don de la adivinación, ni sospechó de las vibraciones malulosas que emanaban de mí, quizás porque frecuentemente estaba yo en líos de poca monta. Masuto viajaba ignorante de mis pillerías e inocente de toda culpa... sin enterarse de que traíamos un par de regalitos extras (de yapa).

Y es que a Wawa la emancipé por iniciativa propia, gracias a mis artes con las ganzúas. La juvenil elfa que estaba en una jaula, fingiéndose pantera. La conquisté para nuestro bando dado el comentario de Masuto a su patrón:

_ Su chica ni lloriquea ni ruge... y si es posible... diría que se ve aun más hermosa con ese mohín despectivo en su rostro, su vulva vestida de metal y con sus cuartos traseros enrojecidos

Me pareció una pena dejarla a merced del cirquero, actuando roles bobalicones de gata domesticada. Le mentí una propuesta basada en huir bajo el alero paladinesco de Masuto. Alborozada se dejó engatusar, empacar y transportar, junto con numerosos atados de hortalizas. Me había adueñado del Bifante Y6

Aquel disparate mío fue por el que nos convertimos en fugitivos, pues Masuto y su dragón quedaron ante las autoridades de la ciudad "mis secuaces" en el rapto de la artista, además de las denuncias de estafa con oro falso y zafiros robados.


(continuará ... si M quiere)

1 comentario:

  1. bueno, aunque M no tiene tiempo ya me dijo que si, que quiere
    ¿que aliñitos le pondrían ustedes a la historia?
    cariños extras pa quienes opinen en esto ^^

    ResponderEliminar

nos gusta que opinen, ayuda a sentir la compañia