noviembre 01, 2012

Nikki-Ñau neko maid (2a parte)


La idea surgió al trasladarse la nube de mi ignominia desde las alturas hasta el interior rehaciendo en vivo la escena grabada, es decir, materializando líquido hasta el punto de inundar el acceso a la propiedad. Y yo nuevamente era el epicentro de la calamidad, aunque esta vez tenía en mi mano el poder de la magia roja.
Se sabía que esta era hechicería del tipo salvaje, casi impredecible, sin embargo con los gestos de mando adecuados pensé que se convertiría en mi arma de revancha. Les iba a dar un escarmiento inolvidable a esos rapaces, una “Cumulus Nimbus” cuya historia aterrorizaría de hasta sus futuros nietos.
Supuse que el artefacto concedería deseos simples, y empecé a probar.

- Arregla el desastre – vocalicé apuntando hacia los escalones de mármol.

Al instante una regla y un duende sastre estaban ante mis decepcionados ojos.
Rápidamente eché al hombrecillo de barbas colorinas, y seguí practicando mientras el recinto se llovía de pared a pared.

- ¡Como antes!

Me trajo la merienda que comí antes de que Musashi sempai abandonara sus dominios, y concediera dos días de asueto a sus empleados excepto a mi.  Mastiqué con entusiasmo los rollos de sushi, comprobando que podía fabricar realidad a mi antojo. Si si si, esos mapaches iban a pagar caro sus osadías. Estaba devanándome los sesos buscando el modo de expresar con claridad lo que quería, cuando noté como se secaba la humedad ya que la nube se devolvió a la vara al revés de como una voluta humo sale de un cigarro.

- ¡LIBRE! – grité feliz con los brazos en alto

Entonces mis ropas cayeron y me convertí en gata, gata silvestre. Pasé a través del collar, libre de movimientos pero incapacitada para mover la manija hacia la calle que representaba la libertad. Igual pude percibir el sabor de la aventura en mis bigotes, esa energía deliciosa de la animalidad vibrando en mi colita.

- ¡Miiii Ñau! – pronuncié tomando la vara con mis colmillos, y recuperé mi yo neko, aunque desnuda. Sonreí triunfante, iba a ser aún más entretenido.

Trazar el plan a continuación fue tarea sencilla. Puse un letrero junto al timbre que advertía SALI A COMPRAR MÁS DULCES, así se mantendrían calmados los pilluelos con ánimos de travesuras. Con una funda de almohada blanca me hice un burdo disfraz de fantasma, suficientemente liviano como para ser arrastrado por mi metamorfoseada felinidad, pues no podía ponerme ninguna otra vestimenta ni llevar nada más que la vara. Ensayé con buen resultado órdenes simples: agua, viento, pegamento… Restaba salir a cazar a los mapaches con mi olfato para llevar a cabo mi venganza. Y tenía que apurarme pues en cuanto la luna roja se posara junto a la azulada, la mayoría de la gente acostaría a su prole para evitar que cayeran en las tentaciones de usar sortilegios rojos magnificados en esa especial noche del año.
A mi me venía perfecto usufructuar de sus influjos, más aún que mi semidragón patrón, Musashi sempai, no detectaría el incumplimiento de su regla principal estando tan fuera del radio de la casa.

El objeto mágico protegido por la funda, fue arrastrado por mi sigilosamente siguiendo el rastro de mis enemigos. Olor a mapache, los cuatrillizos dejaban su rastro en torno a casi cada casa del vecindario, alejándose después rumbo al bosque. Estando cerca me trepé a un pino y pude verles repartiendo el botín en numerosas madrigueras. La luna roja brillaba sobre mi pelaje, era la mejor hora. Entonces me rehice con mi forma normal de neko, para poder decir sin errores los conjuros que usaría en su contra.

- AGUA agua agua – la nube se posó sobre ellos, una verdadera lluvia tempestuosa los cubrió y antes que tuvieran tiempo de protegerse – VIENTO viento viento – los envolvieron las hojas y empezaron a levantar los pies del suelo, en espiral llevados por la fuerza del vendaval hecho específicamente por mi para ellos.

Elevados un par de metros de la tierra ya chillaban aterrorizados abrazándose unos con otros para no separarse. Pero para mi no era suficiente. Decidí saquear sus escondrijos, pese a que el frío remolino helaba mi piel desprovista de otra vestimenta que la funda de almohada. Escondí varios sacos hasta un sauce cuyo tronco que tenia una hendidura profunda sobre la tercera rama lateral. Ahí estarían para mi consumo personal y ellos no tenían la destreza necesaria para llegar a recuperarlos. Envalentonada con mis logros, oí como rogaban que detuviera el simil de tornado en el que estaban girando.

- PEGAMENTO  – y quedaron adheridos unos a otros, y a las hojas, formando una melcocha de lo más graciosa justito frente a mis narices.

Calmadamente me tejí un látigo de lianas, con el que los molesté atizándoles por harto rato ¡diversión fatal!. La vara se me deslizó de la palma sudorosa, al verla írseme la llamé desesperada

- ¡ A mi mano !

Mis uñitas retractiles desaparecieron, junto con mi visión nocturna y mi cola para equilibrarme, si, era una mujer:  la magia roja había entendido “A MI HUMANO”. Vanos esfuerzos hice por descender, no fui capaz de escalar para llegar a tierra porque no distinguía más que sombras en la oscuridad. Hasta perdí la funda en el intento. Los mapaches extenuados roncaban en su prisión pegajosa. Yo me rendí, exhausta de sujetarme de las ramas equivocadas. Los primeros rayos del sol me despertaron y pude ubicar la varita mágica en un nido cercano, salté, la agarré y mientras caía supliqué

- LIBRE – mis 4 patitas aterrizaron suavemente, mis 9 vidas seguían a salvo.
Mordí la re-encontrada varita, acelerando velozmente hacia la mansión, nadie podría reconocerme bajo la apariencia de una gata doméstica. El viento del amanecer me hacia sentir muy urgida por usar mi cajita de arena.
Ni un alma en las calles, ingresé a mi morada furtivamente, susurrando en el dintel de la puerta el “Miiii-Ñau” que me devolvía mi cuerpo de neko que volvería a ser maid en cuanto me calzara el uniforme, así nadie sabría lo ocurrido. Los goznes chirriaron levemente, me volteé descubriendo unos enormes ojos de reptil que me acechaban… me oriné encima del sustazo.

- Musashi sempai - gemí a modo de saludo, mis mejillas carmín, temblando mis rodillas.

(fin de la segunda parte)


rams de M
cuxita