La idea surgió al trasladarse la nube de mi ignominia desde las
alturas hasta el interior rehaciendo en vivo la escena grabada, es decir,
materializando líquido hasta el punto de inundar el acceso a la propiedad. Y yo
nuevamente era el epicentro de la calamidad, aunque esta vez tenía en mi mano el
poder de la magia roja.
Se sabía que esta era hechicería del tipo salvaje, casi impredecible,
sin embargo con los gestos de mando adecuados pensé que se convertiría en mi
arma de revancha. Les iba a dar un escarmiento inolvidable a esos rapaces, una
“Cumulus Nimbus” cuya historia aterrorizaría de hasta sus futuros nietos.
Supuse que el artefacto concedería deseos simples, y empecé a
probar.
- Arregla el desastre – vocalicé apuntando hacia los escalones de
mármol.
Al instante una regla y un duende sastre estaban ante mis
decepcionados ojos.
Rápidamente eché al hombrecillo de barbas colorinas, y seguí
practicando mientras el recinto se llovía de pared a pared.
- ¡Como antes!
Me trajo la merienda que comí antes de que Musashi sempai abandonara sus dominios, y concediera dos días de
asueto a sus empleados excepto a mi. Mastiqué
con entusiasmo los rollos de sushi, comprobando que podía fabricar realidad a
mi antojo. Si si si, esos mapaches iban a pagar caro sus osadías. Estaba devanándome
los sesos buscando el modo de expresar con claridad lo que quería, cuando noté
como se secaba la humedad ya que la nube se devolvió a la vara al revés de como
una voluta humo sale de un cigarro.
- ¡LIBRE! – grité feliz con los brazos en alto
Entonces mis ropas cayeron y me convertí en gata, gata silvestre.
Pasé a través del collar, libre de movimientos pero incapacitada para mover la
manija hacia la calle que representaba la libertad. Igual pude percibir el
sabor de la aventura en mis bigotes, esa energía deliciosa de la animalidad
vibrando en mi colita.
- ¡Miiii Ñau! – pronuncié tomando la vara con mis colmillos, y
recuperé mi yo neko, aunque desnuda. Sonreí triunfante, iba a ser aún más
entretenido.
Trazar el plan a continuación fue tarea sencilla. Puse un letrero junto
al timbre que advertía SALI A COMPRAR MÁS DULCES, así se mantendrían calmados
los pilluelos con ánimos de travesuras. Con una funda de almohada blanca me
hice un burdo disfraz de fantasma, suficientemente liviano como para ser
arrastrado por mi metamorfoseada felinidad, pues no podía ponerme ninguna otra
vestimenta ni llevar nada más que la vara. Ensayé con buen resultado órdenes
simples: agua, viento, pegamento… Restaba salir a cazar a los mapaches con mi
olfato para llevar a cabo mi venganza. Y tenía que apurarme pues en cuanto la
luna roja se posara junto a la azulada, la mayoría de la gente acostaría a su
prole para evitar que cayeran en las tentaciones de usar sortilegios rojos
magnificados en esa especial noche del año.
A mi me venía perfecto usufructuar de sus influjos, más aún que mi
semidragón patrón, Musashi sempai, no detectaría el incumplimiento de su regla
principal estando tan fuera del radio de la casa.
El objeto mágico protegido por la funda, fue arrastrado por mi
sigilosamente siguiendo el rastro de mis enemigos. Olor a mapache, los
cuatrillizos dejaban su rastro en torno a casi cada casa del vecindario,
alejándose después rumbo al bosque. Estando cerca me trepé a un pino y pude
verles repartiendo el botín en numerosas madrigueras. La luna roja brillaba
sobre mi pelaje, era la mejor hora. Entonces me rehice con mi forma normal de
neko, para poder decir sin errores los conjuros que usaría en su contra.
- AGUA agua agua – la nube se posó sobre ellos, una verdadera
lluvia tempestuosa los cubrió y antes que tuvieran tiempo de protegerse –
VIENTO viento viento – los envolvieron las hojas y empezaron a levantar los
pies del suelo, en espiral llevados por la fuerza del vendaval hecho
específicamente por mi para ellos.
Elevados un par de metros de la tierra ya chillaban aterrorizados
abrazándose unos con otros para no separarse. Pero para mi no era suficiente.
Decidí saquear sus escondrijos, pese a que el frío remolino helaba mi piel
desprovista de otra vestimenta que la funda de almohada. Escondí varios sacos
hasta un sauce cuyo tronco que tenia una hendidura profunda sobre la tercera
rama lateral. Ahí estarían para mi consumo personal y ellos no tenían la
destreza necesaria para llegar a recuperarlos. Envalentonada con mis logros, oí
como rogaban que detuviera el simil de tornado en el que estaban girando.
- PEGAMENTO – y quedaron adheridos unos a otros, y a las
hojas, formando una melcocha de lo más graciosa justito frente a mis narices.
Calmadamente me tejí un látigo
de lianas, con el que los molesté atizándoles por harto rato ¡diversión fatal!.
La vara se me deslizó de la palma sudorosa, al verla írseme la llamé desesperada
- ¡ A mi mano !
Mis uñitas retractiles
desaparecieron, junto con mi visión nocturna y mi cola para equilibrarme, si,
era una mujer: la magia roja había
entendido “A MI HUMANO”. Vanos esfuerzos hice por descender, no fui capaz de escalar
para llegar a tierra porque no distinguía más que sombras en la oscuridad. Hasta
perdí la funda en el intento. Los mapaches extenuados roncaban en su prisión
pegajosa. Yo me rendí, exhausta de sujetarme de las ramas equivocadas. Los
primeros rayos del sol me despertaron y pude ubicar la varita mágica en un nido
cercano, salté, la agarré y mientras caía supliqué
- LIBRE – mis 4 patitas
aterrizaron suavemente, mis 9 vidas seguían a salvo.
Mordí la re-encontrada varita,
acelerando velozmente hacia la mansión, nadie podría reconocerme bajo la
apariencia de una gata doméstica. El viento del amanecer me hacia sentir muy urgida
por usar mi cajita de arena.
Ni un alma en las calles,
ingresé a mi morada furtivamente, susurrando en el dintel de la puerta el “Miiii-Ñau”
que me devolvía mi cuerpo de neko que volvería a ser maid en cuanto me calzara
el uniforme, así nadie sabría lo ocurrido. Los goznes chirriaron levemente, me volteé
descubriendo unos enormes ojos de reptil que me acechaban… me oriné encima del
sustazo.
- Musashi sempai - gemí a modo
de saludo, mis mejillas carmín, temblando mis rodillas.
(fin de la segunda parte)
rams de M
cuxita